Una chica se toma su leche de por la mañana en su tazón favorito. Ha subido hasta arriba las persianas de la cocina y se revuelve nerviosa en la silla. No se oye ningún ruido en la casa. Respira profundamente y mira su móvil encendido mientras se carga a su lado.

Mira la pantalla del aparato como si éste le fuera a decir algo. Casi sin querer, su dedo índice pulsa el icono verde de llamar. Un pitido, dos... La chica, con el pelo cayéndole por la cara, empieza a desear no haber llamado.
De repente, una voz susurra su nombre con delicadeza, haciéndolo así el nombre más bonito del mundo. La chica le responde igual, temblorosa.
No lo saben, pero ese va a ser el principio de una larga conversación con miles de silencios reservados para sonrisas a ambos lados de la línea.
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