Crónicas de una fumadora


¿El aire tiene color? No, o eso creo. Es trasparente. Casi no lo podía sentir, ni tocar. Los pequeños rayos que entraban por el vendaval se reflejaban sobre sus débiles manos. Todo eran sombras y luces. De lo borroso se pasaba a lo nítido. Solo había que parar a fijarse. Eso era lo que le había faltado durante tanto tiempo. Ahora la veías sentada, casi sin hacer ruido. Parpadeaba, pero casi ya no tenía fuerzas para hacerlo. Con su jersey de lana, su favorito. El que le regaló su abuela al cumplir los 8 años. Del que nunca se separaba. Tenía los ojos mojados, el rimel se le había corrido y una mancha oscura recorría sus pómulos.Se había pasado toda la noche con lágrimas y en la habitación se sentía el olor fuerte de algo más. Sin duda, había estado fumando, como de costumbre. Ya era fácil pensar que las cosas no tenían remedio. El tiempo pasaba, ya había perdido la cuenta de los meses en los que sus noches eran un desperdicio. No servía de nada apagar y volver a encender cigarros, sin embargo, no podía evitarlo. Se había convertido en una obsesión, parecía no poder vivir sin ello. El humo gris que invadía el recinto, las cenizas tiradas por el suelo. ¿Qué tenía todo aquello? Nada. Eso era lo raro. Porque nada se arregla desperdiciando tu vida. Al igual que una vela no se enciende si no llevas un mechero. Pero ya no servía de nada intentarlo, ya había perdido todo por lo que merecía la pena luchar. Ya no se agarraba a nada. No podía revivir los momentos por los que había pasado. ¿Hacía cuanto que no escuchaba su risa? Tal vez habían pasado meses. Ya nada ni nadie se acercaba a contemplarla a su ventana. Pero no se podía tener todo. Tan solo el interés por saber cómo les iría a sus antiguos compañeros. Esperaba que la vida les vaya mejor que a ella, o tal vez lo contrario. Solo sabe que nada cambiara, nada será como antes. Da una calada a su cigarro, tose un par de veces y lo apaga en el cenicero de cristal. En seguida recurre a otro antes de que los recuerdos le atormenten más. Lo mira atentamente, no parecer ser nocivo, pero lo es. Escucha el sonido del silencio. Y de un golpe, se levanta. Intenta aguantar de pie y con asco, lanza todos los cigarros contra la chimenea, allí se quedarán. Sintiendo asco hacia ellos mismos como ella tantas veces ha sentido. Porque ahora se ha deshecho de lo que le atormentaba. Y ya no sabe qué más hacer, porque sabe que ya ha perdido las esperanzas de que la vida le ayude, pero al menos, está intentando recuperar su vida. Los principios empiezan cuando los finales se olvidan. Por eso, no vale volver a recordar. 
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BY: Ferdinand Arjen
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