Encontré una carta, era la tuya


En aquel buzón encontré una carta, la tuya.
Dejaste una carta llena de recuerdos en mi buzón, tenía tu aroma, tu preciosa mirada, tu sonrisa escondida y tus palabras mudas. La acaricié durante varios minutos hasta que me vi preparada para abrirla pero no pude hacerlo. El sobre estaba roto, aquella carta tan deseada se había esfumado, ya no estaba. Pero ese día, no me di por vencida, quise ir en busca de lo que me pertenecía, quise saber la verdad de todos nuestros besos y caricias. Me puse la ropa que llevé en nuestra primera cita, quería revivir el momento. Enfundada en aquella ropa salí a la calle, aferrándome al único deseo que me quedaba, tu carta. Era la tuya. La lluvia ya empezaba a recorrer las calles, ya todo se volvía gris, ya nada tenía color. Pisaba los charcos, cada vez lo hacía con más fuerza hasta que el miedo me atrapó por completo. Esa carta había sido perdida, al igual que te había perdido a ti. Para siempre. Aquella tarde bajo la pálida luz del sol, bajo las nubes grises y algún que otro pájaro. Me senté en la acera, esperando a que alguien apareciese. Con sus recuerdos en mi mente, reviviendo aquellos momentos, sentí escalofríos y supe que ya no había nada que hacer. Volví a casa, sin paraguas. Mojada y húmeda por todos lados. Otra vez, pasé por aquel buzón vacío pero lo que yo no descubrí fue que la carta sobresalía de una de las esquinas. Nunca se perdió. Pero yo sí que te perdí, ya no me quedaron tus recuerdos, tan solo me quedaron historias llenas de nostalgia que una tarde de invierno pude contarle a aquel nuevo chico del que me había enamorado. Ahora, me parecía una pérdida de tiempo recordar aquel amor pasado pero en aquel momento, cuando ocurrió, sentí que me caía en un pozo sin fondo y encerrada en aquel chico supe que nunca lo superaría. Por mucho que intentase ocultarlo, él ya no estaba. Aquel primer chico que se me había clavado en el corazón, ya no podría salir de él, por mucho que que lo intentase y por mucho que fingiese que sí que estaba fuera, que tan solo era un simple recuerdo sin importancia, en realidad era mucho más, él ya no podría salir de mi corazón. Nunca.
Años más tarde recogí esa carta, tu carta.
NUNCA DIGAS UN FIN A NADA, NUNCA PIENSES QUE HABRÁ UN FINAL, NUNCA DEJES ESCAPAR A NADIE, NUNCA OLVIDES QUE TE AMÉ, Y QUE AL IGUAL QUE TÚ, YO TAMBIÉN RECUERDO LO QUE FUIMOS AQUELLOS MESES. ERAMOS MÁS QUE TÚ Y YO, ERAMOS ILUSIONES Y SUEÑOS. PERO NUNCA DEJAMOS DE SER SIMPLES ADOLESCENTES QUE SE AFERRARON A LO QUE TENÍAN, PERO NUNCA DUDES QUE ESTO AUN NO HA ACABADO, PUES NINGUNO HA DICHO UN FIN. Y NUNCA LO DIGAS, TAN SOLO DEJA PASARLO. A MÍ TAMBIÉN SE ME CLAVÓ TU AMOR Y CUANDO RECIBAS ESTO, NO SÉ SI YA TE HABRÁS OLVIDADO, PERO QUIERO QUE ME RECUERDES . EN ESTA CARTA NO HAY NINGUNA MENTIRA, FUISTE TÚ. NO RESPONDAS, NUNCA LO HAGAS. EL VIENTO SE LLEVARA ESTAS PALABRAS PERO TÚ LAS RECOGERÁS ANTES DE QUE SE VAYAN Y LIGERAMENTE SE TE CLAVARÁN EN EL CORAZÓN, ESTE ESCRITO SERÁ LA PRUEBA DE QUE NUNCA SE ACABÓ Y A DÍA DE HOY, AUN NO LO HA HECHO. MIRA ATRÁS PERO SIGUE ADELANTE.

 

LA PERSONA QUE NUNCA OLVIDASTE.

 
Agarré con fuerza aquella carta y como él me dijo, me las clavé en el corazón, con una pluma empecé a escribir, en el pecho y aquellas palabras que él escribió se quedaron marcadas para siempre, en ese lado del cuerpo, en el corazón.
Share on Google Plus
BY: Ferdinand Arjen
ESTA PAGINA Ofrece recursos y propuestas para profesionales que educan en los valores que propugna la web: paz, desarrollo e interculturalidad
    Blogger Comment
    Facebook Comment

0 comentarios:

Publicar un comentario